A Emilia no le llevó demasiado tiempo tomar una decisión. De hecho, desde el momento en que Alexander le propuso ayudarle directamente, incluso si era una trampa, ella había aceptado silenciosamente.
Su oposición a él se debía a su deseo de no verse tan urgida, no quería otorgarle más poder del que ya tenía, así fuese algo fútil, luchar contra Sidorov era inevitable siempre que recordase que no estaba en ese lugar para complacerlo, sino para hacerle justicia a su hermana.
Durante el desayuno, pareció que las cosas habían vuelto a su estado normal, la conversación de la noche quedó relegada al pasado y ambos actuaron como si hubiesen llegado a un acuerdo tácito.
—Esta noche empieza un nuevo grupo de chicas, una cuarta parte de ellas son camareras —explicó Alexander, después de haberle dado un sorbo a su café—. Katerina te asignará como entrenadora, eso te dará la oportunidad de acercarte a Anya.
—¿Qué debo buscar? ¿A qué debo estar atenta?
—A todo… no te enfoques en nada particular —re