Gabriel la miró en silencio, ¿qué podía decirle? La vida de esa pobre chica había sido marcada por la desdicha desde muy joven. Era una luchadora nata, una que, en mejores circunstancias habría brillado por su mente aguda, su determinación y su valía.
Emilia continuó, sus palabras cada vez más entrecortadas. No sabía si este quiebre emocional se debía al cansancio, o si era resultado de su confrontación con Alexander que le hizo ver lo cansada que estaba.
Tenía miedo, pero no tanto de lo que parecía abrirse en su panorama con esa lista, lo que más le asustaba era que el demonio que la acechaba en las sombras, parecía tener mejores soluciones para ella.
La justicia que perseguía comenzaba a desdibujarse por la necesidad de resultados. Y Alexander Sidorov era el único que, de forma abierta y directa, le había dicho que é