Emilia volvió a leer el mensaje en la pantalla. Gabriel quería saber si estaba bien, si ya había regresado a su departamento. No sabía qué responder, porque en realidad no estaba segura de estar a salvo junto a Alexander Sidorov.
[Todo bien. No tienes nada de qué preocuparte.]
Guardó el móvil en su bolsillo, suspiró y decidió encaminarse de regreso a la mansión. Ya pasaba de la una de la tarde y comenzaba a tener algo de hambre. Aunque no quería encontrarse con su jefe, considerando lo ocupado que seguramente estaba, era probable que no lo viese durante todo ese día.
Distraída con sus pensamientos, solo noto a la ama de llaves cuando estaba cerca de la entrada.
—Señorita Collins, el almuerzo está listo. ¿Desea comer en el comedor, en su habitación o en el jardín?
Por un instante, Emilia se sintió fuera de lugar. No solo era la deferencia con la cual la mujer la trataba, sino las molestias que se tomaba para complacerla.
—Donde le resulte más cómodo, señora Ludmila —respondió, casi por