La profunda risa de Alexander Sidorov resonó en la oficina de La Espiral haciendo que Katerina levantara la cabeza sorprendida. Había escuchado su risa en otras ocasiones, siempre fría, escalofriante, incluso un tanto sarcástica; pero era la primera vez que oía diversión en sus labios.
Pura y genuina diversión.
Alexander dejó el móvil en la mesa, acababa de leer un mensaje de su ama de llaves sobre Emilia y se encontraba de un particular buen humor.
—¿Qué tienes para mí, Katerina? —preguntó.
La rubia no contestó de inmediato, aún procesaba lo que acababa de oír. Años al lado de Alexander jamás la prepararon para ese momento. Cuando él la llamó de nuevo, esta vez con un tono que encontró más familiar, ella sacudió la cabeza y respondió:
—Lo redujimos a tres sospechosas. Zoria, Vesela y Anya. —Extendió los tres folios con la foto y el resumen de las identidades—. Zoria es una estudiante eslava, estaba entre el grupo de acompañantes de esa noche. Sin embargo, no he podido constatar si ti