MILÁN
Aquella noche los recuerdos pesaban para Alicia que había tomado la decisión de observar con determinación el Despacho de Dante, pero su corazón se arraigo más ante aquellos actos, sus manos temblorosas se posan en su vientre una vez más como todas las veces que viene haciendo aquello, buscando consuelo en sus pequeños bebés. Pero después de varias horas de estar allí, había tomado la decisión de abandonar el despacho, sabe y entendía que estaba causando daño a sus bebés y aquello también la estaba atormentando, ella estaba decidida a proteger aquello que ella y Dante habían procreado.
Al siguiente día, Alicia subió al avión con pasos lentos, casi reverenciales, como si cada paso fuera un adiós a una vida que ya no reconocía como suya. El vientre prominente la obligaba a inclinarse hacia atrás, buscando equilibrio mientras sostenía con una mano el pasamanos y con la otra la carta que nunca envió. Milán se quedaba atrás, gris y lluvioso, como si compartiera el duelo mudo que le