El murmullo del viento acariciaba las cortinas blancas de la enorme habitación. Alicia, con la mirada perdida en el horizonte, apenas notaba el lujo que la rodeaba. Su cuerpo seguía débil, pero su corazón… ese latía con un fuego que ardía entre las brasas de la humillación. Sentía rabia, dolor, y sobre todo, un orgullo malherido que no le permitía doblarse ante nadie, mucho menos ante Dante Moretti.
El murmullo entre dos mucamas la sacó de sus pensamientos.
— El Señor Moretti se va a la otra Villa, va a dejar a la mujer que trajo aquí, ya esta saliendo ahora— Alicia Parpadeó. Sus sentidos se afilaron al instante. Caminó, despacio, aún con las fuerzas limitadas, hasta que sus ojos lo vieron: Dante, de pie junto a la entrada principal de la villa, con su abrigo en una mano y su maleta lista. Había un coche esperándolo. Estaba por irse.
Alicia no lo pensó. Su corazón rugió en su pecho. Ese hombre la había destruido, sí. La había convertido en ruinas… pero si pensaba marcharse como si nad