El crepitar del fuego en la chimenea era lo único que rompía el silencio dentro del despacho de Dante Moretti en la villa suiza. La nieve cubría el exterior como una manta blanca e impoluta, una ironía cruel frente al infierno que ardía en su interior.
La caja seguía allí, sobre el escritorio, inerte pero pulsante en su presencia. Dante se mantenía de pie frente a ella, como si supiera que el contenido podía destruirlo más que cualquier enemigo. No era un hombre fácil de intimidar, pero algo en su interior le decía que debía enfrentarlo ahora… o continuar encerrado dentro de su arrogancia.
Sus dedos, elegantes pero tensos, retiraron la tapa. Volvió a encontrar el bolígrafo. No parecía especial, y sin embargo, pesaba como si contuviera un secreto demasiado grande. Esta vez no lo subestimó. Lo giró, lo observó con precisión casi quirúrgica… y lo descubrió.
Una pequeña ranura oculta.
Un mecanismo.
Un microchip.
Entonces apretó el pequeño botón. Su rostro permanecía impasible, pero su pul