Alicia salió del restaurante sin mirar atrás. Sus pasos eran lentos, pero decididos, como si la fuerza que la impulsaba naciera del dolor más que de la voluntad. El cielo sobre ella era un vasto lienzo gris, nublado y triste, exactamente como se sentía por dentro.

El viento arrastraba consigo el presagio de una tormenta, agitando las hojas secas y apagando los murmullos de la ciudad. Alicia no se detuvo. Caminó sin rumbo, sin pensar en su destino. Ni siquiera reparó en que no llevaba paraguas, ni en el eco que hacían sus tacones sobre el pavimento mojado. No importaba.

Porque cuando el alma está herida, el cuerpo también se vuelve indiferente.

“El cielo llora conmigo…”, pensó, y culminó con in "Qué Patética Morgan"

Gris es el cielo que cubre el pecho qué guarda un secreto aun desconocido, como un velo húmedo que no abriga, gris es el aliento que calla la risa, y la lluvia, amenaza con ser su única compañía.

La primera gota cayó con timidez, rozando su mejilla como una lágrima que no