La luz del día se colaba tímidamente entre las cortinas de la habitación. Alicia abrió los ojos con lentitud, sintiendo el leve cosquilleo del sol en su rostro. Había dormido poco y mal, pendiente de cada suspiro, cada movimiento de Dante durante la noche. Se giró en la cama con cierto nerviosismo, solo para comprobar que él seguía allí, ahora más tranquilo, con el color regresando lentamente a su rostro.
Parecía más recuperado, aunque todavía se notaba débil.
Se sentó en el borde de la cama y se pasó una mano por el cabello, despejándose. Sus pensamientos eran un caos de emociones: preocupación, rabia, algo de tristeza… y eso que no quería llamar esperanza.
—¿Dormiste bien, enfermero Morgan? —la voz ronca de Dante la hizo girarse de inmediato.
Él tenía los ojos entrecerrados, pero la estaba observando con esa sonrisa ladina que tanto la sacaba de quicio… y que le aceleraba el corazón.
—No fue precisamente una noche tranquila —respondió ella, cruzándose de brazos.
Dante se incorporó l