Entonces el día de ir a Estados Unidos habia llegado.
El avión privado aterrizó suavemente en el aeropuerto de Teterboro, Nueva Jersey. El cielo de Nueva York era despejado, con el sol brillando alto y las nubes decorando el azul como pinceladas suaves. Dante descendió primero, elegante como siempre, y ayudó a Alicia a bajar, cuidando cada paso como si caminar fuera una actividad peligrosa para ella.
—¿Estás segura de que no estás cansada? —preguntó él mientras caminaban hacia el auto que los esperaba.
—Dante —dijo ella, entre risas—. Estoy embarazada, no hecha de porcelana. Puedo caminar perfectamente bien.
—Porcelana o no, eres mi tesoro más frágil —murmuró él, tomándola por la cintura y robándole un beso antes de abrirle la puerta.
Alicia se sonrojó, pero le encantaba la forma en que Dante la cuidaba. A pesar de su porte serio y su expresión siempre controlada, desde que sabían que serían padres, había aflorado una dulzura encantadora en él… y también un toque impredecible.
Manhatt