La tormenta azotaba con furia las calles empedradas de Suiza. Las ráfagas de viento sacudían los árboles y la lluvia golpeaba los ventanales del lugar donde ella dormía. El cielo parecía romperse en dos, reflejando con crudeza el caos emocional que Dante Moretti arrastraba consigo.

Su abrigo estaba empapado, el cabello mojado pegado a su frente y los pasos firmes aunque silenciosos. Había regresado. Dante Moretti había vuelto.

No intercambió palabras con los empleados. Tampoco permitió que nadie se acercara. Subió las escaleras con una tensión evidente en el rostro, una mezcla entre rabia contenida, confusión y cansancio. Una vez dentro de su habitación, se quitó la ropa mojada con lentitud, como si cada prenda le pesara más que la anterior. Se duchó sin pensar demasiado, intentando desprenderse del frío que se le había colado hasta los huesos… aunque sabía que había una helada más profunda dentro de él que no se iba con agua caliente.

Vestido ahora con una camiseta negra y pantalones