Eva
No sé qué es peor: estar atrapada en una tormenta mágica en medio de la nada… o estar atrapada con él.
El sonido de los truenos no me asusta. No como lo hace su cercanía. Cada vez que el demonio se mueve, siento su energía vibrar en el aire, como una nota baja que se queda zumbando en el pecho. El refugio improvisado donde nos hemos metido —una cabaña polvorienta que parece sacada de una pesadilla de cuento de hadas— cruje con cada ráfaga de viento embrujado que golpea las ventanas rotas.
Y yo… yo estoy aquí, envuelta en una manta hechizada que apenas logra calentar mis pensamientos, y sentada demasiado cerca de su cuerpo infernal.
—Podrías dejar de observarme así —le espeto sin mirarlo, clavando los ojos en la danza anárquica de las llamas en la chimenea que él encendió con un chasquido de dedos.
—¿Así cómo? —responde con esa voz suya, áspera y envolvente como terciopelo quemado.
Lo miro. Mala idea. Tiene la chaqueta abierta, el cabello un poco desordenado por la tormenta y los o