73. El sonido del motor y el silencio
Antes de salir, miró por última vez la oficina. Ese espacio había sido testigo de todo, de sus victorias, de sus caídas, de las noches en las que creyó perderse a sí misma. Se colocó los tacones, cerró la puerta detrás y se adentró en el pasillo vacío.
Los ascensores estaban desiertos. Las luces del hall principal se reflejaban en el suelo pulido, y por primera vez en mucho tiempo, Shaya sintió la soledad como un golpe real. No quedaba nadie más. Solo ella, y el eco de sus propios pasos.
El aire frío la recibió cuando cruzó la puerta principal. Caminó hacia el estacionamiento subterráneo con el sonido firme de sus tacones resonando entre las columnas de concreto. Su coche, un Aston Martin negro, la esperaba como una extensión de su carácter, elegante, peligroso, imposible de domar del todo.
Al entrar, encendió el motor. El ronroneo del vehículo fue un alivio momentáneo. Encendió el altavoz del teléfono y marcó el número de Eryx.
—¿Sigues en la oficina? —preguntó él al contestar, su vo