A kilómetros de allí, en la mansión Moretti, la tensión aumentaba. Valentín, sentado frente a una enorme mesa de caoba, presentaba sus propias ideas de modernización.
—Las transacciones digitales son más difíciles de rastrear. El futuro está en los activos invisibles, cripto, arte NFT, inteligencia artificial financiera. Podemos lavar dinero sin levantar sospechas.
Vincenzo, su hermano mayor, golpeó la mesa con fuerza.
—¿Pretendes volvernos unos malditos yuppies de Silicon Valley? Nosotros dominamos la calle. La droga, el juego, el control del barrio. Eso no se cambia por gráficos en pantallas.
Valentín lo miró, frustrado, pero no respondió.
Por dentro, ardía.
No porque despreciara el pasado, sino porque temía que quedarse en él los condenaría a todos.
Quería demostrar que se podía avanzar sin perder el alma de lo que eran, que no todo cambio era traición. Pero cada vez que hablaba con Vincenzo, sentía que chocaba contra un muro que no le permitía mover ni un centímetro del legado fam