La mañana había comenzado con una bruma espesa que se aferraba a las calles de Miami como un presagio.

Alma Rossi viajaba en su SUV blindada, revisando documentos sobre las exportaciones de sus joyerías, mientras el chofer Salvatore, mantenía una velocidad constante. Iban acompañados por uno de sus guardaespaldas de confianza, un veterano silencioso llamado Franco, y por el siempre atento parte de la familia Enzo Ginobile.

Cuando llegaron al hotel, todo parecía en calma.

El sol apenas se insinuaba entre la neblina costera, y la entrada del Hotel Boutique Rossi el cual ya mostraba movimiento de empleados preparando el día.

El SUV se detuvo.

Enzo descendió primero, abriendo la puerta trasera para Alma.

Ella bajó con elegancia calculada, su tacón golpeando el pavimento con firmeza. Franco salió del otro lado, escaneando los alrededores con gesto curtido.

A unos diez metros, justo en la esquina del callejón lateral, un auto estacionado parecía fuera de lugar.

Un sedán gris, opaco, sin