Savannah salió del hospital y detuvo el primer taxi que vio, pidiéndole al conductor que no se demorara demasiado en llegar a su residencia. A esa hora de la noche, por fortuna, no había tanto tráfico, por lo que tardó veinte minutos en llegar a su apartamento.
Bajó del vehículo luego de decirle al señor que la esperara y subió corriendo por las escaleras hasta su piso, donde abrió con manos temblorosas y sintiendo que, cada segundo que pasaba, perdía a su pequeño.
Fue directo a su habitación sin perder tiempo y sacó del armario de madera gastado el sobre que había guardado debajo de sus blusas, apretándolo contra su pecho y sintiendo que abrazaba una pizca de esperanza. Suspiró hondo y salió del apartamento sin pensarlo, no tenía tiempo que perder, y volvió a subir al taxi, rogándole al señor que volviera al hospital con la misma rapidez.
Mientras iba en el auto, sentía que todo a su alrededor era un borrón. Las luces, las calles, los vehículos, incluso se sentía enajenada de sí mism