En medio de la madrugada, Alessandro había llegado a la mansión con su grupo de hombres, estaban listos para terminar con la labor. Pero antes de que uno de ellos pudiera cargar a Adalyn para llevársela a la habitación, de la nada Salvatore había aparecido en medio de las sombras, asustando a dos de ellos. De Luca se mantuvo en completo silencio observándola fijamente con una calma que para sus peones era aterradora ante lo inexpresivo que podía llegar a ser. Sin embargo, Salvatore solo se encontraba admirándola a su manera.
Era la primera vez que la tenía tan cerca, que su corazón latía con rapidez, incluso el simple hecho de saber que la iba a cargar le provocaba cierto sentimiento en su interior. Alessandro lo miraba con atención, notando cómo las manos de su jefe habían llegado a temblar un poco y cómo su mirada se había suavizado en cuanto vio a la pintora, aquello le llamó la atención.
—Lleven sus pertenencias a la habitación, yo me ocuparé de ella —ordenó sin titubear.
Sus ojos