Capítulo 3.

Para mi buena suerte el señor Silverstorm no regresa en toda la mañana, supongo que ocupado con sus accionistas o con otros asuntos de la empresa. Lo que me da tiempo de ordenar mejor los documentos y revisar algunas de las cosas de la computadora, dándome cuenta de que su anterior asistente tenía un orden casi religioso, ¿De verdad ella ordenó mal la carpeta con sus documentos?

Sin embargo, lo bueno no dura para siempre, y finalmente después del almuerzo, mi jefe regresa a su oficina.

Al verlo llegar, con ese traje oscuro y su cabello dorado perfectamente peinado, espero que se haya olvidado del asunto de la reunión y me deje tranquila. Pero cuando pasa cerca de mi escritorio observo sus ojos azules fijarse en mí como un depredador, y su voz fuerte suena por toda la habitación.

—Señorita Galloway, a mi oficina ahora —ordenó él con firmeza.

Sin tener más alternativa, me pongo de pie y entró en su oficina principal detrás de mi jefe, observando cómo él se para frente a su escritorio, y me mira de manera severa.

—Señor, yo lamento mucho el incidente de hoy… —digo en un susurro, pensando que disculparme primero sería lo más adecuado.

—Cállate, ¿Acaso te di el permiso de hablar? —pregunta mi jefe con una expresión furiosa— ¿Quién crees que eres?

Llena de miedo bajo la mirada, mientras me preparo para un regaño impresionante por parte de este tipo aterrador.

—En esta empresa no se permiten los errores, señorita Galloway. No me interesan tus disculpas o tus excusas, lo que pasó hoy es imperdonable, y no puede volver a ocurrir, ¿Entendido? —pregunta él con fuerza.

—Sí señor —respondo lo más firme que puedo.

—No puedes preparar un café, tampoco tener una carpeta de documentos lista para una reunión. En tu curriculum decía que estudiaste 4 años Finanzas, pero ahora dudo que sepas leer. ¿En verdad estás preparada para un cargo como este?

Es mi oportunidad de renunciar… Y por un momento pienso en hacerlo.

Pero luego recuerdo las alternativas, pues fuera de esta empresa, una persona como yo que no tiene un título universitario, sólo puede acceder a trabajos mediocres que no me darían ni la cuarta parte del sueldo que obtengo como su secretaria, por lo que no tengo alternativa…

—Si señor, estoy preparada —respondo aguantando las lágrimas.

—Eso espero, Christina Galloway, no perdonaré otro error de tu parte —me amenaza él con firmeza—. Ahora larga, no quiero ver tu estupido rostro por el resto de la tarde.

Aguantando la rabia y la tristeza que me invaden, me apresuro a salir de la oficina, donde regreso a mi escritorio en el medio del pasillo y rompo a llorar, sin poder contenerme más.

Maldito dinero… ¿Por qué tengo que aguantar todo esto? ¿Por qué tengo que ser tan pobre? ¿Por qué…?

La respuesta en mi mente es clara: Mi padre.

***

Después de un infernal primer día de trabajo, salgo a las 18:00 sin volver a cruzarme con el señor Silverstorm, y lo primero que hago es tomar un autobús hasta uno de los hospitales más caros de la ciudad, donde aprovechando los últimos minutos del horario de visitas, voy directamente a la habitación 308 del piso 6, donde encuentro a mi padre.

—Hola papá… —susurro suavemente sentándome a su lado en la cama y tomando su mano— ¿Cómo estuviste hoy?

Pero solo hay silencio… Pues mi padre está en coma desde hace casi 4 meses.

Lo llaman “accidente laboral”. Mi padre que trabajó en la misma fábrica por casi 30 años sufrió un accidente por sus malas condiciones, y sus empleadores lo dejaron solo, nos abandonaron después de hacerle daño de esta forma.

Por eso tuve que abandonar la universidad, pues a pesar de que solo me faltaba un semestre para graduarme, cuando descubrí que mi padre estaba en este estado, regresé a casa para verlo, y tratar de encontrar una solución.

Y hablando de soluciones… Tristemente no hay ninguna, o por lo menos no ahora. Ningún doctor sabe a ciencia cierta si mi padre va a despertar, por ahora tienen tratamientos costosos y me piden paciencia, pero nadie me dice si algún día volveré a hablar con mi padre.

—Te extrañé mucho en serio, y hoy… Tuve un mal día —susurro acariciando una de sus manos entre las mías—. En serio no sabes cuanto te necesito papá, te quiero de vuelta…

A pesar de que solo pude estar con él un par de minutos, el horario de visitas termina, y me veo obligada a salir del hospital, besando la mejilla de mi padre antes de tener que abandonarlo.

Mi padre es el motivo por el cual aguanto al bastardo de Victor Silverstorm y su carácter de perro rabioso, que haya podido traerlo a un hospital prestigioso y pagar todo su tratamiento, solo es gracias al sueldo de las empresas Silver. Por lo que hasta que mi padre despierte… No tengo más opción que ser su esclava.

Debo convertirme en la presa principal de la bestia hasta que papá regrese a mi lado.

Con la misma expresión deprimida salgo del hospital, caminando a la parada del autobús para esperar, solo queriendo regresar a casa para tomar un baño y luego llorar hasta el amanecer.

Pero al poner un solo pie en la calle me veo sorprendida, pues en un carísimo convertible blanco, encuentro a una persona conocida.

—¿Christina? —me saluda Sophia Silverstorm desde su coche.

—Señorita… Silverstorm —susurro sorprendida— ¿Que hace aquí?

—Vine por unos medicamentos para la tos, qué sorpresa encontrarte, ¿Quieres que te lleve a casa?

Recordando que ahora estoy en un hospital de ricos, lo cual explica que ella esté aquí, no puedo evitar dudar…

Pero viendo la expresión amable de Sophia y la tentadora idea de ir a casa en un coche cómodo… Son lo suficientemente buenos como para hacerme aceptar, caminando a su coche para entrar en el asiento del copiloto.

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