—Marcos, querido, no es lo que estás pensando… —intervino su madre tratando vanamente de reparar lo que había causado.
¿Pero ya qué podía decir para solucionarlo?
Había metido la pata hasta el fondo con ese comentario.
Hasta ahora su matrimonio había sido tranquilo, pero podía ver que esa calma comenzaba a desmoronarse desde que puso un pie en Londres.
Volver nunca debió ser una opción, pero ahora estaban aquí y debía enfrentar las consecuencias de su regreso.
Si quería salvar su matrimonio, si quería que esto fuera real por fin, entonces debía superar un par de pruebas más. Y sí, las palabras de su madre no habían carecido de razón. Era momento de decirle adiós a sus traumas, de dar un cambio para bien en su vida y en su matrimonio.
—Madre, déjanos a solas —le pidió sacudiendo suavemente la cabeza para que no siguiera intentando dar excusas que Marcos no se estaba creyendo.
La mujer dudó por un segundo. Se veía apenada, abatida, como si quisiera hacer algo para reparar su desliz, per