—¿En él?
Ella negó suavemente con la cabeza, entendiendo cuál era la raíz del problema: Alejandro, como siempre. ¿Algún día dejaría de ser una sombra molesta en su vida?
—No te hagas la tonta, Selene —insistió Marcos.
—No me estoy haciendo la tonta —soltó con más fuerza de la necesaria—. ¡En esto tienes que creerme! Nunca, y escúchame bien, nunca más vuelvas a relacionarme con ese hombre. Si nuestro matrimonio va a ser ahora así, si vas a estar con esa desconfianza constante, entonces lo mejor será que…
—¡Ni se te ocurra terminar esa frase! —gritó, haciéndola estremecer.
—Marcos, me trajiste aquí por tu trabajo —le recordó entonces—. Nunca pedí volver. ¡Yo no quería volver, maldición! Así que no vengas ahora a tratarme como si lo hubiera planeado todo, como si hubiera regresado aquí buscando al hombre que me destruyó. ¡Porque no! ¡Nunca haría eso! Y deberías de saberlo.
—¡Está bien! ¡Está bien! —soltó, pasándose la mano bruscamente por la cara—. Lo siento, cariño. Yo solo me enloquecí