Pestañeó repetidamente, tratando de entender la extraña pregunta.
—¿Preferirte? —repitió lentamente, con el rostro ladeado.
—Sí, ¿lo que le dijiste era verdad? ¿Me prefieres? —continuó su amigo en un tono ilusionado, haciéndole entender que quizás Marcos había malinterpretado sus palabras como una especie de confesión de amor, en lugar de algo que dijo sin pensar, únicamente para molestar a Alejandro.
—Marcos…
Las rejas de la celda se sacudieron al tiempo en que su amigo se mostraba decepcionado.
—Fue mentira, ¿no? —negó repetidamente—. Claro, qué estúpido he sido.
—Marcos, no…
—¿Qué harás ahora? —miró a su alrededor, el resto de celdas vacías—. Él no está aquí —puntualizó lo obvio—. ¿Te irás a pasar la noche en su departamento luego de la manera en la que se refirió a ti? ¿Dejarás que te toque un tipo así?
—No, claro que no —lloró ante la idea. Sabía que Alejandro la estaba esperando y también sabía que no era para hacer nada bueno.
—¿Qué harás entonces? —le preguntó