El aire se me atasca en la garganta. Todas las emociones que en este instante me golpean, se sienten con la fuerza de una ola que me ahoga. Quiero abofetearlo con ganas, quiero gritarle, pero también quiero salir corriendo de esta sala.
Sus palabras logran aplastarme, porque tiene razón. Maximilian no me tiene, pero me tiene en sus manos, en su poder y eso… eso es una verdad que está metida bajo mi piel desde que supe que me casaría con él.
—Demás de encantador —suelto con ironía, levantando las manos en señal de frustración—. Me pregunto si así describes también tus arranques de tirano.
El brillo en sus ojos se intensifica. Maldita sea, Maximilian parece divertirse o peor aún, parece disfrutar viéndome al borde de perder el control.
—Es interesante verte luchar por sostener un muro que ya se derrumba —su tono es suave, pero cada palabra está llena de veneno.
Doy un paso atrás, busco tomar aire para intentar calmarme y él, en reacción, avanza de nuevo hacia mí con esa tranquilidad que