Espero, espero y espero. Pero Maximilian parece tomarse todo el tiempo del mundo para darme una respuesta. Su mirada me cala, me hace sentir nerviosa, pero no le bajo la mía.
Quiero saber por qué su hermano no está por aquí. Quiero saber por qué se tardó.
—Harriet —rompe el silencio al fin—. No es un buen momento para hablar de temas familiares.
—Tú lo volviste un buen momento comenzando a interrogarme por James —replico.
—Porque necesitaba saber qué te dijo.
—¿Por qué? —exijo, esforzándome bastante por parecer relajada y tranquila—. ¿Qué puedes temer de tu propio hermano?
El silencio inquietante se entrona en medio de los dos. Maximilian traga saliva; puedo ver cómo tensa la mandíbula y cómo ese maldito dolor contenido aparece en sus ojos otra vez. Y, aun así, levanta la mano y me acaricia la mejilla.
Su pulgar roza mi piel con una delicadeza que contrasta con la tensión que envuelve su cuerpo.
—No hay nada que te concierna con respecto a ese tema.
Que me lo diga así duele y no porque