Estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones. Ella y Regina habían atravesado años intensos y duros de risas veladas o abiertas vinculadas a su apariencia física. Como mujeres de curvas protuberantes y rotundas, no solían coincidir con los cánones de belleza establecidos y promocionados.
Se irguió y plasmó su mejor sonrisa, desviando la vista sin mostrar molestia o fastidio. Pretender indiferencia o que la mirada ajena que juzgaba no afectaba, no significaba que no doliera o fustigara. La suya era una reacción aprendida frente al acoso o desdén ajeno y agradecía a sus padres por forjarla fuerte.
Los acosadores o abusones se regodeaban en la inseguridad del otro, se alimentaban de ella, por lo que no había que permitirlo. Vaya si había soportado comentarios crueles durante sus años de estudiante, pero se enorgullecía al pensar que los había superado. Era una mujer segura de que su peso era saludable, practicaba intensa actividad física y sus curvas eran las que eran, irreductibles. Era