No se consideraba una mujer desesperada, había tenido al menos dos novios con los que había logrado una relación, aun cuando poco duradera. Ninguno de ellos, a pesar de ser buena gente y novios decentes, habían representado la aventura o el amor con mayúsculas. Habían sido pequeños montículos en su vida plana.
Así que aquí estaba, sola y sin compromiso, sin trabajo formal por varias semanas y comprometida con el cuidado de un atleta gruñón, millonario y absolutamente sexy. Aiden Monahan era un hombre impactante, con un cuerpo imposible de ignorar. Sería un desafío no babear ante él y contener a sus ojos para que no se prendaran de cada músculo. No obstante, no tenía dudas de que podría lidiar con eso. Era más sencillo si la relación se mantenía estrictamente fría y tradicional.
Él no tenía que saber que ella se había embarcado en horas de contemplación de su actuación deportiva en el equipo de hockey y había quedado impresionada por su fuerza y energía. Era imposible no quedar prendad