CAPITULO 108 Ella era el punto de llegada final del viaje de Aidan.
—No te acostumbres. También me gusta ser quien las imparte.
—Oh, lo tengo claro y no me niego a ellas de tanto en tanto— Se inclinó y la besó largamente, para luego darle una sonora palmada en el trasero— Ahora, sobre la tabla, sin dudar.
Durante una hora siguió al dedillo cada una de sus indicaciones, cayendo una y otra vez al agua hasta que logró cierta estabilidad y algún deslizamiento decente que le dieron esperanzas de poder practicar con cierta soltura el surf en el futuro, con mucha práctica. Luego, cuando el agotamiento la hizo abandonar, se concentró en mirar la abrumadora belleza y destreza con la que su hombre tomaba las olas.
Con la misma energía, entusiasmo y satisfacción con la que la tomaba, pensó. Con la misma entrega y aguante con la que enfrentaba a sus rivales en la pista de hockey. Tres meses habían transcurrido desde la noche que había sido un antes y un después para su vida, aquella en la que Aidan le confesó que la amaba y quería vivir con ella.
Ella había acepta