—No las escucharé más. No tengo nada que decirles, salvo que me dan pena. Usted—se dirigió a la mujer mayor—, no tiene siquiera una idea de lo maravilloso que es su hijo. Con todo el poder que tiene, jamás ha actuado de la forma tan baja que usted lo ha hecho.
—Mi hijo es un tonto sentimental—hizo un mohín despectivo—. Es mi deber sacarle de encima a las arribistas escaladoras que creen en mejorar su estatus a través del sexo.
—Se equivoca, pero no importa. No me conoce.
—Ni siquiera me interesa.
—Estamos iguales. No se preocupe. Su hijo está seguro conmigo,tenemos nuestros asuntos muy claros.
Sin más y a pesar del temblor de sus piernas, se obligó a caminar y las rodeó, pasando también de largo al vehículo que la esperaba, dejando detrás al chofer, que la miró desconcertado. Regina nunca había necesitado tanto respirar aire puro. Esas dos…No la conocían, no sabían cómo era y tenían la peor imagen de ella. No tenía que importarle, pero eran parte del círculo de Milo. Uno que jamás la