—No te preocupes por mí, Tina. Estaré bien. Esto no mata a nadie.
—Duele.
—Sí. Es parte de vivir.
Tina le sonrió, aunque esto no alcanzó a sus ojos. La vio rara.
—¿Qué pasa, Tina?
—La tía no se ha sentido bien—susurró—. No quisiera decirte esto justo ahora, pero me temo que los dolores están volviendo y eso no son buenas noticias.
Regina se secó las mejillas y se incorporó.
—Tenemos que llevarla al médico, que le hagan chequeos.
—Regins sabes lo que dijeron los especialistas la última vez.
—No podemos…
—Ella está cansada. No quiere ir. Ha sufrido mucho y sabe que es inútil. Su enfermedad ha estado controlada, pero no se ha ido.
—Con otros medicamentos y sesiones de quimioterapia—esgrimió.
—Sufriría, Regina, sin posibilidad real de cura. No quiere terminar su vida en una cama, dolorida.
Se derrumbó, abrazando sus rodillas.
—No quiero que sufra.
—No podemos hacer demasiado. Contenerla, disfrutar de ella. Sabes cómo es. Terca hasta el final.
—Lamento tanto que hayas tenido que llevar la