Malú fue al comedor a esperar a Ravi, pero esta vez decidió invitar a todas las demás mujeres de la casa a sentarse a la mesa con ella. Era una forma de sentirse más a gusto y de integrarlas en aquel momento.
— Pero, señorita Malú, ¡no podemos! — protestó Gabriela, vacilante. — Si todas nos sentamos a la mesa, ¿quién va a servir?
— Nos serviremos nosotras mismas. — respondió Malú, con una sonrisa cálida. — Creo que no se le va a caer un dedo a nadie por eso, ¿verdad? Y, por favor, no me llames señorita Malú. Solo Malú, ¿ok?
Gabriela rió, aunque todavía parecía insegura.
— ¿Y qué va a decir el señor Ravi si nos ve a todas sentadas en la mesa?
— Va a decir que adora la compañía de ustedes. — contestó Malú, con un brillo en los ojos.
En ese momento, Ravi entró en la sala y, al ver a todas las mujeres sentadas, arqueó una ceja. Miró a Gabriela, que estaba claramente nerviosa, y dijo con una sonrisa:
— Gatita, si digo que me gusta su compañía, ¿te vas a enamorar de mí?
Gabriela rió