Resulta que, después de haber soportado tanta injusticia, con solo una palabra de consuelo de la persona amada, uno podía ponerse a llorar sin control.
En su abrazo, lloré hasta quedarme sin aire, como si quisiera liberar de golpe todos estos años de dolor acumulado.
Él acariciaba mi espalda, y en su voz grave se notaba un dejo de tristeza.
—Aurora, siempre quise que vivas bien. Aunque te odie, lo único que deseo es que estés bien. No imaginas lo tristes que fueron mis días después de que te eché de Ruitalia. Cada invierno era una soledad que calaba los huesos. A veces me odiaba a mí mismo por haberte expulsado, pero no sabía cómo tratarte.
—Lo sé... —respondí, con la voz apagada.
¿Cómo no iba a entender sus contradicciones?
Por eso, si quiero estar con Mateo para siempre, si quiero envejecer feliz a su lado, tengo que sacar a la luz la verdad de hace cuatro años.
¡Esta vez no dejaré que Camila siga libre de culpa!
Después de lo de anoche, me sentía débil, con el cuerpo blando y sin fu