Cuando escuché eso, una oleada de emoción me recorrió el pecho.
La persona con la que hablaba Camila no podía ser Carlos. Después de todo, la noche anterior habían estado juntos hasta el amanecer; no era posible que ahora ella tuviera que consolarlo de nuevo.
Entonces, ¿quién era? ¿Por qué tenía que hablarle con tanta suavidad, como temiendo que se enojara?
Lo más probable era que se tratara de alguien que conocía la verdad de lo ocurrido hace cuatro años.
¿Sería acaso… Bruno?
Después de terminar la llamada, Camila tardó unos treinta minutos en aparecer abajo.
Vestía un vestido blanco, aparentando pureza e inocencia.
Antes de subir a su auto, miró con cautela a su alrededor, como temiendo que la siguieran.
Justo cuando estaba por marcharse, corrí escaleras abajo, pero cuando llegué, ya se fue.
Intenté perseguirla, pero su auto ya se mezcló con los demás en la avenida principal.
Entonces recordé ese lugar al que fue en secreto la otra vez.
Giré el volante y tomé un atajo.
Por suerte con