No me atreví a perder tiempo y salí corriendo de la casa.
Apenas tuve un respiro, una mano fuerte me jaló hacia unos arbustos cercanos.
Estuve a punto de gritar, pero otra mano me tapó la boca.
Entonces lo vi: era Javier.
En ese instante, mi teléfono volvió a sonar: era Mateo. Al parecer, la llamada anterior también había sido suya.
Javier me dijo en voz baja y firme:
—Corta y ponlo en silencio, rápido.
Asentí, apagué la llamada y puse el celular en silencio.
Justo a tiempo: Bruno salió corriendo, con la ropa mal puesta.
Miró alrededor, recorrió el patio y hasta salió un par de pasos a la calle.
Como no vio a nadie, regresó sobre sus pasos.
Camila también salió, aunque no pasó de la puerta. Desde allí le preguntó ansiosa:
—¿Y bien?, ¿alcanzaste a ver quién era?
Bruno dijo que no.
Camila se mordió los labios, con la cara llena de pánico:
—Entra primero, luego hablamos.
Bruno echó un último vistazo al patio y finalmente volvió con ella.
En cuanto los vi entrar, Javier me tomó de la mano