Me tapé con la cobija y miré mi cuerpo.
Quedé desilusionada: no tenía ninguna marca y tampoco sentía nada raro abajo.
Así que anoche, entre Mateo y yo, seguro no pasó nada.
Me recargué en la cabecera de la cama y suspiré.
Con una oportunidad tan buena, ¿cómo no la aproveché?
Y Mateo...
¿No que antes siempre pensaba en esas cosas? ¿Que en cuanto me veía quería acostarse conmigo?
¿Por qué justo anoche decidió ser un caballero?
De verdad, incomprensible.
Cuando no debería, es todo un pícaro, que se prende en cualquier lado.
Y cuando debería, resulta más serio que nadie.
Me dejó totalmente desnuda, y aun así no me hizo absolutamente nada.
Así ya ni parecía el Mateo que yo conocía.
Pasé un buen rato en la cama, hasta que al final me levanté despacio.
No sabía si él todavía seguía aquí.
Me vestí y abrí la puerta para echar un vistazo afuera.
La casa estaba en silencio; las botellas y la comida ya habían desaparecido, y el bote de basura estaba vacío.
Parece que ya se fue.
Ah, cierto, ¿y Vale