Sentía que había olvidado algo importante.
¿Pero qué era exactamente?
Mordí la sábana, pensando con todas mis fuerzas.
De la nada, él me dio unas palmadas en la mejilla y dijo, fastidiado:
—¿Por qué muerdes la sábana? ¿No sabes lo poco higiénico que es?
Solté la tela y lo miré:
—¡Me acordé de lo que olvidé!
Mateo me observó sin entender:
—¿Qué se supone que recordaste? ¿Qué fue lo que olvidaste ahora?
Dijo eso, y su cara se puso tensa de golpe:
—¿Acaso... recordaste lo que pasó de niña con Javier?
—Me acordé de que quiero tener tres hijos contigo.
Mateo se puso aún más serio.
Se rio con ironía:
—¿Qué tontería quieres inventar ahora?
Sacudí la cabeza con fuerza, me incorporé y rodeé su cuello con mis brazos:
—De verdad quiero tener un tercer hijo contigo, y tiene que ser contigo.
Él, con el ceño arrugado, me apartó las manos y me presionó contra la cama.
—Basta, estoy curando tu herida; si no, en un rato vas a manchar la cama de sangre.
Me acomodé dócilmente y le pregunté:
—Cuando termi