Me pasé la lengua por los labios, sin atreverme a preguntar nada más.
Pero por dentro ya había decidido: cuando todo terminara, iba a sacar las fotos que yo había tomado de nosotros y las pondría también en ese álbum.
Como me quedé quieta sin moverme, Mateo se impacientó:
—Te dije que salieras. No vaya a ser que tu prometido empiece a imaginar cosas.
—Entonces… entonces déjame ver el álbum otra vez.
En cuanto dije eso, la mirada de Mateo se volvió peligrosa.
Sin responder, tomó el álbum y lo colocó en el estante más alto del armario.
Y justo después… se quitó la toalla de la cintura.
Parpadeé dos veces; cuando por fin entendí lo que pasaba, me puse roja como una llama y volteé de inmediato.
—¡Quítate... estás desnudo!
Mateo se rio un poco.
—Estoy en mi habitación y me estoy poniendo ropa. ¿No tengo derecho a estar desnudo en mi cuarto? En cambio, tú entraste aprovechando que yo me estaba bañando. Eso sí que da lugar a malentendidos. De verdad me intriga —inclinó la cabeza y dijo, lento