Capítulo 1337
En ese momento, un sonido agudo empezó a reproducirse desde la mesa.

Era mi celular devolviéndonos la cordura a los dos.

Mateo por fin se detuvo. Se puso tenso y me miró, con esos ojos oscuros que parecían querer devorarme.

Después de un silencio largo, dio dos pasos atrás.

Miró el teléfono. Yo también miré.

Javier estaba llamando.

La mandíbula de Mateo se tensó.

Su mano, aún en mi cintura, me apretó un instante, solo para soltarme al final.

Se notaba cómo trataba de resistir.

Se cubrió media cara con la mano y se inclinó un poco hacia atrás, como si algo lo desgarrara por dentro.

Su voz salió baja y ronca:

—Perdón... perdón...

Verlo así me partió el alma.

La amargura parecía sofocarme.

Quise abrazarlo.

Quise decirle que esperara un poco más.

Pero el celular timbraba, una y otra vez, recordándome que Javier estaba abajo, que todavía no era el momento de reconciliarnos.

Cerré los puños y susurré:

—Mateo, fue culpa mía... Todo es culpa mía.

Mateo no respondió.

Se apoyó con una
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