Capítulo 1335
Aunque yo miraba al piso, podía sentir a Mateo observarme.

Conocía demasiado bien esos ojos llenos de deseo. Quemaban. Siempre quemaban.

Mateo no habló durante mucho rato. Se quedó ahí, de pie frente a mí, en silencio.

Mi vista quedaba justo a la altura de su abdomen firme y marcado.

Entonces, otra vez, mi mente empezó a recorrer esas escenas que no debía recordar. Con solo imaginarlo, el calor me subió del pecho a las mejillas; ahora mi cuerpo entero estaba en llamas.

El silencio de Mateo, esa manera de mirarme, creaba una tensión casi palpable; como si nuestras almas se llamaran.

Me mordí los labios, lista para decirle que necesitaba vestirme.

Apenas levanté la cabeza, cruzamos miradas. Mi corazón pareció detenerse.

Mi boca fue torpe:

—Yo... yo... iba a...

No terminé. De repente, Mateo me agarró por la cintura y me llevó con cuidado contra la pared.

Lo miré, asustada, con el corazón golpeando fuerte, mientras me encontraba con esos ojos llenos de un deseo intenso.

Sus dedos largo
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