Me reí de la rabia.
—Aquí no hay extraños, señor Dupuis, así que no necesitas hacerte el inocente conmigo.
—¡Eh! —respondió, fingiendo estar disgustado.
—Yo, en serio, aprecio a esos dos niños tuyos, por eso les elegí los regalos con tanto cuidado. ¿Cómo puedes decir que finjo? Tus palabras me hieren, Aurora...
—¡Basta! —lo interrumpí con voz cortante.
—¿Llamas "regalo" a enviar un mastín a atacar a mis hijos? Qué detalle el tuyo, tan fuera de lo común que nosotros, los simples mortales, no podemos soportarlo.
—Vamos, no exageres —respondió Waylon con tono burlón.
—Ese mastín es mi mascota más preciada. Solo quise que acompañara a tus niños a jugar. Decir que quise hacerles daño es injusto. Mi perro puede parecer feroz, pero no lastimó a nadie, ¿verdad?
Respiré hondo y respondí con seriedad:
—Entonces, ¿por qué sigues molestándome a mí y a mis hijos una y otra vez? Según entiendo, Mateo te ha buscado varias veces, pero siempre lo evitas.
—Ja, ja, ja, ¿y para qué ver a un hombre? —Waylo