Capítulo 1103
Hasta que un día, en pleno arranque, Mateo no midió la fuerza y esa prenda terminó hecha trizas.

Desde entonces no la usé más.

Pensándolo bien, a Mateo no solo le gustaba. Le fascinaba.

Los recuerdos de esos días intensos me daban vueltas una y otra vez, y sentía el calor en todo el cuerpo.

Cuando subía las escaleras, con la cabeza baja, choqué de frente con Mateo, que bajaba.

Por suerte reaccionó rápido y me tomó del brazo antes de que me cayera al piso.

Ya estaba vestido y, un poco molesto, me habló en voz baja:

—Siempre tan distraída. ¿Y si te caes?

Me enderecé de inmediato y bajé la mirada, como niña regañada.

—La próxima vez voy a tener más cuidado —murmuré.

Mateo me alzó el mentón con un dedo y me miró unos segundos.

—¿Por qué estás roja otra vez? —preguntó, sonriendo—. ¿Alan te dijo algo?

Me mordí los labios y no contesté.

No podía decirle que me había puesto roja por recordar lo de estos días, ¿verdad?

Mateo sonrió y me tocó la frente con un dedo.

—Tienes que aprender a ponerte
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