Dios mío. ¿De qué está hecho el cerebro de este hombre? En serio, ¿cómo puede pensar así?
A Embi y Luki yo los traje al mundo, arriesgando mi vida.
¿Cómo se le ocurre creer que los voy a abandonar?
Nunca podría abandonar a mis dos hijos, antes me abandonaría a mí misma.
Antes de que pudiera responderle, él habló de nuevo, lleno de enojo y agitación:
—Tú no los quieres, pero yo sí. Ellos son el mejor regalo que el cielo me ha dado. Aunque renuncie a toda mi riqueza y estatus jamás voy a renunciar a ellos. Quédate tranquila. Voy a ir a buscarlos ahora mismo. Desde hoy ya no te tienes que preocupar por ellos.
Él estaba por irse.
Yo lo agarré de un brazo y fui directa:
—¿Puedes dejar de imaginar cosas absurdas y esperar a que termine de hablar?
Los ojos de Mateo estaban completamente enrojecidos.
—Los niños te quieren tanto. En el extranjero todo el tiempo hablaban de ti. Y tú... ¿tú en serio ya no los quieres? Puedes estar con Javier. Yo me aparto. Pero ¿por qué abandonarlos a ellos? ¿