Me fui hacia adelante por el frenazo y le pregunté, molesta:
—¿Qué haces?
Alan sonrió, sorprendido:
—Nada... solo que tus palabras me dejaron pasmado. Dios santo, Aurora, tienes una imaginación...
—¿Acaso me equivoqué?
—Pues, en pocas palabras, sí, por completo. Ya lo verás, Mateo no va a casarse con Camila. Y si no se casan, no va a haber ese momento especial de la noche de bodas ni nada de eso.
Lo dijo con una seguridad que casi parecía absoluta.
Pero por más seguridad que tuviera, él no podía hablar por los verdaderos sentimientos de Mateo.
Cada mente es un mundo. Él no era Mateo.
Así que, por mucho que creyera saber, no podía representar lo que realmente pensaba Mateo.
Me reí con incredulidad:
—No hace falta que me consueles. En realidad...
—No te estoy consolando —me interrumpió Alan.
—Te estoy diciendo la verdad. Él no va a casarse con Camila, porque él...
Se detuvo en seco a mitad de la frase.
Yo quedé intrigada:
—¿Porque él qué?
—Ay, nada, nada... eso no puedo decirlo. Me pidi