Waylon sonrió, sin esconder su intención.
—Vaya, ¿no es curioso cómo la gente siempre tiene esa necesidad de saberlo todo? La verdad es que me intriga mucho saber qué es eso que el señor Bernard desea con tanta pasión.
Calmado, Mateo bajó la mirada y sonrió.
—Lo que sea que el señor Dupuis imagine... eso mismo es.
—Ah... —Waylon me lanzó una mirada fugaz y luego dijo, sonriendo:
—Entonces, voy a suponer que se trata de la señorita Cardot.
Mateo mantuvo su sonrisa serena, sin responder.
Yo también asumí que era una broma que Waylon usaba para burlarse un poco de él. Pero, dejando eso de lado... si a Waylon le daba curiosidad, tenía que empezar a preguntarme: ¿Qué era exactamente eso que Mateo anhelaba con tantas ganas?
Definitivamente no era ni dinero ni estatus.
Después de todo, desde que se unió a la familia Cardot, jamás utilizó nuestras conexiones ni se aprovechó de nuestro nombre para hacer negocios.
Así que no, no era por ambición.
Y ahí es donde está el misterio: ¿qué podíamos te