Cuando Mateo puso su mano sobre la parte más sensible de mi pecho, sentí un miedo instantáneo y grité, atrapando su mano con fuerza.
Estaba tan nerviosa que apenas pude hablar, mi voz sonaba diferente:
— Mateo… ¿Qué... qué estás haciendo? ¿No dijiste que no… no tenías interés?
Justo en ese momento, alguien tocó la puerta.
Era la voz de Ryan desde afuera:
— Aurora, abre, soy yo, Ryan.
Mi cabeza iba a estallar. ¿Cómo había llegado Ryan otra vez?
Miré a Mateo, que me observaba. Sus ojos, antes indiferentes, ahora se llenaron de ira.
Se liberó de mí y apretó mi mano.
Lo miré furiosa, pero él solo sonrió, burlándose.
Ryan siguió tocando la puerta, preocupado:
—Aurora, abre, sobre la carne... mi mamá y yo no terminamos de comerlo, se va a poner malo mañana. Lo traje para ti. Es tan caro, no lo desperdicies.
Mateo se rio con desprecio y se acercó a mi oído, susurrando:
— Mira, esto es lo que elegiste, un tipo que te trae las sobras que dejó él y su madre. Aurora, de veras, deberías ir a un mé