De pronto, todo se me nubló y el cuerpo se me fue de lado.
Por suerte, alguien me agarró de la cintura justo a tiempo.
Antes de que pudiera reaccionar, escuché una risa burlona cerca.
— Mira a Caleb... tanto que hablaba pestes de Aurora y ahora la salva como si se creyera Superman.
— Sí, sí... seguro habla mal de ella porque está enamorado y está en negación.
— Claramente. Eso es puro despecho.
— ¡Ya, váyanse a joder a otro lado, imbéciles! —dijo Caleb, soltándome de inmediato como si yo lo hubiera ensuciado, sacudiéndose la mano contra el pantalón.
Me apoyé en la carretilla para recuperar el equilibrio, y con voz tranquila le dije:
— Mil gracias.
Por más grosero que hubiera sido, me había ayudado. Y si no me hubiera ayudado, seguro terminaba en el piso… y eso podría haber puesto en peligro a mis bebés.
Así que el gesto igual contaba.
Caleb se quedó un poco sorprendido, como si no supiera qué responder a ese agradecimiento.
Los demás, por supuesto, no tardaron en seguir con sus bromas