La mamá de Ryan me lanzó otra mirada y dijo:
—Okey, lo admito, lo del patrón fue culpa mía. Pero, si lo piensas de otra forma, en realidad te hice un favor. Si no hubiera sido yo la que fue primero a tantearlo, la que habría sido echada por los guardias habrías sido tú. Mira, hoy ni siquiera hiciste nada y el gran jefe ya te puso a trabajar todo el día en lo más pesado. Si hubieras sido tú la que intentó insinuarse ese día y él se molestaba, seguro que el castigo no habría sido solo mover ladrillos.
Me aguanté las ganas de reír.
Lo que más me fastidiaba de ella era esa costumbre de darle la vuelta a todo para justificarse. Si se equivocan, siempre tienen una excusa, como si lo hicieran por “ayudarme”. Pensaba que no íbamos a llegar a ningún lado, así que decidí no seguir conversando.
Con calma le respondí:
—Por favor, estoy muy cansada. Por amor a Dios, váyase. Y también le pido que usted y Ryan no vuelvan a tocar mi puerta. Me molesta.
A pesar de mis palabras tan claras, sorprendentem