Capítulo 200
Pero cuando di un paso atrás, él dio uno hacia adelante.

Y así, sin darme cuenta, ya estaba contra la pared.

Mateo apoyó las manos a cada lado, dejándome sin salida. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración. Tenía la mirada clavada en mis ojos, sin pestañear.

Aparté la mirada con desesperación y pregunté, bajito:

— ¿Qué quieres de mí?

En el restaurante ya le había dejado clarísimo que no iba a volver con él.

¿Entonces qué busca ahora? ¿Por qué aparece así, de noche, en mi casa?

Él seguía mirándome desde arriba, con ese aliento cálido que me rozaba la cara y me hacía temblar. Intenté inclinarme hacia un lado para escaparme.

Pero él bajó el brazo y me bloqueó.

Lo miré, furiosa:

— Mateo...

Sonrió, solo un poquito.

No sé si era idea mía, pero por un segundo, me pareció ver un rastro de dolor en su mirada.

Aunque, tan pronto ese desprecio volvió a aparecer en su cara, me convencí de que lo había imaginado.

— ¿Prefieres quedarte en este lugar antes que venir a vivir a una mansión con
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