Gael
El mensaje llegó como un puñetazo en el estómago. Tres palabras en la pantalla de mi teléfono: "La tenemos. Ven." Y una ubicación.
Lancé el teléfono contra la pared con tanta fuerza que se hizo añicos. No necesitaba conservarlo. La dirección ya estaba grabada a fuego en mi mente, igual que la sensación de que todo esto era culpa mía. Aurora había desaparecido por mi causa.
—¡Mierda! —grité, golpeando la pared hasta que mis nudillos sangraron.
El apartamento se me caía encima. Cada segundo que pasaba era un segundo más que Aurora estaba en sus manos. En las manos de Víctor. El hombre que había jurado destruirme, que había estado esperando pacientemente, como una araña en su tela, a que yo bajara la guardia.
Y lo había conseguido. Había encontrado mi único punto débil.
Marqué el número de Nico mientras me ponía la chaqueta y comprobaba que llevaba mi navaja.
—La tienen —dije en cuanto contestó—. Reúne a todos en el garaje. Ahora.
No esperé respuesta. Bajé las escaleras de tres en t