Gael
El mensaje de Aurora llegó como un relámpago en medio de la noche. Tres palabras que hicieron que mi sangre se congelara: "Lo he encontrado".
Estaba en mi apartamento, revisando los documentos que Mateo me había enviado sobre las últimas transacciones sospechosas. La pantalla de mi teléfono se iluminó y todo cambió. Dejé caer los papeles sobre la mesa y le respondí de inmediato.
"¿Dónde estás?"
"En casa. Ven. Es importante."
No necesité más. Tomé las llaves de la moto y salí disparado. La noche era fría, pero apenas lo sentía. Mi mente estaba demasiado ocupada procesando las posibilidades. ¿Qué habría descubierto? ¿Estaría en peligro? La idea de que alguien pudiera hacerle daño me revolvía las entrañas.
Llegué a su casa en tiempo récord. Cuando abrió la puerta, tenía el rostro pálido y los ojos enrojecidos. Había estado llorando.
—¿Qué sucede? —pregunté, entrando y cerrando la puerta tras de mí.
Aurora me condujo hasta su habitación. Sobre la cama había esparcido decenas de docum