Aurora

El amanecer se filtraba por las cortinas cuando abrí los ojos. No había dormido más de tres horas, pero mi mente estaba completamente despejada. Sentía cada músculo de mi cuerpo tenso, como si estuviera preparándome para saltar desde un acantilado. En cierto modo, eso era exactamente lo que iba a hacer.

Me levanté y observé mi reflejo en el espejo. La chica que me devolvía la mirada ya no era la misma que había llegado a esta ciudad hace meses. Sus ojos habían visto demasiado, habían llorado demasiado, pero también habían brillado con una intensidad que antes desconocía. Esa chica había amado, había perdido, había luchado. Y ahora estaba lista para la guerra.

—Hoy no huyes —me dije en voz alta—. Hoy avanzas.

Me vestí con ropa práctica: jeans oscuros, camiseta negra y una chaqueta con bolsillos suficientes para lo que pudiera necesitar. Recogí mi cabello en una coleta alta y me calcé unas botas resistentes. No sabía qué me esperaba, pero estaba decidida a estar preparada.

El pla