Aurora
Desperté con el sol filtrándose entre las cortinas y un hormigueo en la piel donde sus dedos habían estado. No era un hormigueo normal, era como si Gael hubiera dejado una marca invisible, una huella que solo yo podía sentir. Me quedé mirando el techo, intentando procesar todo lo que había pasado entre nosotros. Ese beso en el coche, sus manos en mi cintura, la forma en que me miró como si fuera la única persona en el mundo.
¿Era esto amor? ¿O simplemente miedo disfrazado de algo bonito?
Me levanté y me miré en el espejo. Seguía siendo yo, la misma Aurora de siempre, pero había algo diferente en mis ojos. Una chispa que antes no estaba ahí. O quizás siempre estuvo, pero nunca me había atrevido a mirarla directamente.
—Aurora, ¿estás despierta? —la voz de mi madre atravesó la puerta—. Vas a llegar tarde.
—Ya voy —respondí, apartando la mirada del espejo.
Mientras me vestía, pensé en lo que significaba dejar entrar a Gael en mi vida. Era como abrir una puerta que llevaba años cer